Hoy, domingo VI de Tiempo Ordinario vemos en las lecturas la presencia de la sanación y la purificación. En la primera lectura del libro de Levítico vemos como aquél que tenía lepra era considerado un impuro.
"El que ha sido declarado enfermo de lepra andará herapiento y despeinado, con la barba tapada e irá gritando: Impuro, impuro! Mientras le dure la afección seguirá impuro. Vivirá apartado y tendrá su morada fuera del campamento", Lev 13, 45-46.
Luego en el evangelio de Marcos se ve todo de una perspectiva distinta cuando Jesús al ver a un leproso que se le acerca y le pide que lo sane, Jesús le dice "queda sanado". El leproso al quedar sanado fue y gritó a los cuatro vientos lo ocurrido, con todo y que el Mesías le dijo que no se lo dijera a nadie y se presentara al sacerdote en la Sinagoga. Fue así como el Hijo de Dios tuvo que mantenerse alejado de la ciudad, en áreas poco pobladas y aun así se le seguían acercando.
Hoy día vemos como nosotros a veces nos comportamos como los leprosos, cuando nos convertimos en impuros a causa del pecado. Pero la buena noticia es como Cristo Jesús siempre se acerca a nosotros y nos hace ese llamado a la conversión y que nos unamos a él a través del perdón y esa mancha de impuros nos la borra.
Es por eso la importancia de acudir al sacramento de la Confesión con frecuencia y así como nuestros pecados son perdonados, así perdonar los pecados de aquellos que nos han ofendido. Ayer se celebró la Jornada Mundial del Enfermo y Papa Benedicto XVI le dio un énfasis a los Sacramentos de Curación, como lo son la Unción de los Enfermos y la Confesión. Muchos enfermos fueron ungidos en estos días con el Santo Oleo de los Enfermos. Es en ese acto donde Cristo se manifiesta en el enfermo, le otorga el perdón de los pecados y lo invita a seguirlo.
Tengamos conciencia sobre lo que puede hacer el poder del Perdón de Dios, perdón que nos purifica, nos borra la mancha de pecado y nos invita a ser parte de su Reino.
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