Wednesday, April 18, 2012

"El que cree en mi no morirá, sino que obtendrá la vida eterna"


La liturgia de hoy continúa con la meditación del Evangelio Según San Juan, en el pasaje de Jesús con Nicodemo el fariseo.  Pero de una manera especial hay que fijarnos en este versículo particular que dice así:  "Sí, Dios amó tanto al mundo, que entregó a su Hijo único para que todo el que cree en él no muera, sino que tenga Vida Eterna", Juan 3, 16.

Sobre el particular, el Beato Juan Pablo II en su encíclica "Dives in Misericordia" (Sobre la Misericordia Divina) nos hace una reflexión particular que se relaciona mucho a este pasaje de la Biblia.  Esa encíclica fue publicada el 30 de noviembre de 1980, en su tercer año de Pontificado.

"Creer en el Hijo crucificado significa "ver al Padre" (Juan 14, 9) significa creer que el amor está presente en el mundo y que este amor es más fuerte que toda clase de mal, en que el hombre, la humanidad, el mundo están metidos.  Creer en ese amor significa creer en la misericordia.  En efecto es ésta la dimensión indispensable del amor, es como su segundo nombre y a la vez el modo específico de su revelación y actuación respecto a la realidad del mal presente en el mundo que afecta al hombre y lo asedia, que se insinúa asimismo en su corazón y puede hacerle "perecer en la gehenna" (Mateo 10, 28), cita el Sumo Pontífice en el documento.

Nuestro Beato lo que nos afirma es que Dios nos ha dado un regalo inmenso, lo más grande, la única verdad en este Mundo.  Aún así hay muchos que actuan como si nada hubiera pasado porque no están contagiados de ese amor a Dios.  Creer en el es mucho más allá de simplemente tener algo en la mete y decir de la boca para afuera "Creo en Dios".  Es amarlo sobre todas as cosas, claro, y ese amor se extiende al prójimo a través de su misericordia.

Esas palabras son las palabras de Cristo, el propio Hijo de Dios, palabras que el dijo en su misión mesiánica, que fue morir por nosotros para la remisión de nuestros pecados.  Estas palabras continúan haciendo eco hoy día, no se pueden ver como algo que sucedió hace 20 siglos, ya que el nos instituyó unos Sacramentos, donde el Espíritu Santo se hace presente.  De manera especial lo vemos en la Eucaristía, donde consumimos el propio Cuerpo de Cristo, que también nos da la Vida Eterna.

Como comentabamos en una reflexión anterior, no es meramente que Dios tenga Misericorida y nos perdone, es también que lo hagamos extensivo al prójimo.  Quiere decir que nos solidaricemos con el hermano y aunque sus problemas no los sufrimos igual, pues que seamos solidarios y sufrir con ese hermano y perdonar como somos perdonados.

Creer en él te da la vida eterna, es participar de los sacramentos, de la oración y las buenas obras.  Es la vida eterna, lo que te pasa de la muerte a la vida, del pecado a la gracia, de la oscuridad a la luz.  Dios les bendiga...

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