Monday, January 7, 2013

"Amar a otra persona es ver el rostro de Dios"

Les Miserables cuenta con una trama donde
el amor verdadero se pone a prueba.
Estuvo preso y esclavo por alrededor de 20 años por robar un pedazo de pan para salvar a su hermano. Luego se le dio una libertad condicionada, la viola y el obispo de la ciudad le regala artefactos de plata.  Los puso a la venta y se dedicó a hacer el bien desde su cargo como Alcalde de la Ciudad.

De eso se trata la historia de Jean Valjean, personaje principal del musical frances Les Miserables, encarnado por el actor Hugh Jackman.  Pero su historia más bonita de amor fue cuando decidió hacerse cargo de Cosette, la hija de una de las empleadas de su empresa de costura, la cual muere siendo violada.

Luego de toda una vida huyendole a las autoridades gubernamentales, haciendo el bien a la humanidad y el hacerse cargo de la salud y educación de una niña que no es suya, ocurre un episodio hermoso al final de la película cuando el alcalde muere luego de una vida llena de virtudes.  En espíritu se encuentra con el obispo que lo ayudó.  El prelado le dijo:  "Amar a otra persona es ver el rostro de Dios".

Es la frace más hermosa que yo he escuchado y que resume lo que debe ser la vida de nosotros como cristianos.  Ayer celebramos la Epifanía del Señor (Manifestación) y vimos como se manifestó a unos pobres y humildes pastores.  Luego, hizo lo propio con unos magos de oriente, que eran paganos, lo que demuestra que Cristo es el Rey de todas las Naciones.  Se manifestó en forma de paloma con el Espíritu Santo cuando Juan lo bautizó en el Jordán y se manifestó al convertir el agua en vino en las Bodas de Caná, tal y como se sigue manifestando en los milagros que hace hoy día.

Hermanos, ese fue el Amor más grande que Dios nos dio.  Se encarnó en Jesús, se manifestó a la humanidad y murió para redimirnos del pecado y de la muerte. Es ese amor el que Jesús nos invita a que le transmitamos a los demás, ya que ahí vemos a Cristo presente.  Se presenta a nosotros en el necesitado, en la eucaristía, en la palabra, en la familia, en el trabajo, en fin, en todo lo que realizamos.

Seamos eco del ejemplo del personaje Jean Valjean, que en momentos donde su vida no tenía ninguna esperanza, aprovechó la oportunidad que Dios le dio y la transformó en un bien a la humanidad, no en rencor ni venganza, pues en cada una de las personas que ayudó, el vio el rostro de Dios.  Dios les Bendiga!


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